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Post sobre caerse

Ayer me caí. Afortunadamente, los foquitos de navidad venían bien protegidos en sus cajas y no se quebraron; mi termo sí salió volando por los aires, dejando –oh sí- una hermosa estela de café suspendida por los bajos cielos.

Tropecé con el borde de la banqueta y caí, no pude evitar decir un ¡ay wey! o algo similar. Creo que es inevitable decir algo cuando uno se cae. Yo ya estoy trabajando en eso, para en un futuro, poderme caer en silencio, pues lo que decimos mientras caemos hace aún más ridículo el descenso.

Mi segunda reacción fue, obviamente, voltear a ver frente a cuántas personas había cometido mi acrobacia. Creo que esto es también inevitable y, del mismo modo, estoy trabajando en eso. Lo que busco es lograr una forma de aterrizaje silencioso, sin voltear y sin hacer caras de vergüenza o risa falsa.

Supongo que todos nos hemos caído alguna vez, por lo menos de niños cuando aprendíamos a caminar, pero en ese entonces no importaba; pues lo indeseable de una caída aumenta de manera proporcional a nuestra edad. Lo que me pregunto es, si la forma en que reaccionamos cuando nos caemos es similar a como nos comportamos ante un “tropiezo” de la vida.

No se preocupen, mis rodillas, mis manos y mi cara están bien. Tengo experiencia en fisi-aterrizaje sobre asfalto.