5 de julio de 2015

La úlcera que sanó



Hace un par de meses, a Lupo le diagnosticaron una úlcera en su ojo derecho. Una herida pequeña se convirtió en un problema inmenso. Todos los días lo llevábamos a ponerle sus gotas, a las cuales se resistía con fuerza y sufrimiento -le dolía más de lo que sabíamos-. A las dos semanas, decidimos dejar de ponerle su tratamiento por el estrés que esto le causaba. Pensábamos que naturalmente, poco a poco se curaría.

Estábamos equivocados. Lo descubrimos cuando lo llevamos con un nuevo veterinario en busca de una opinión diferente. El Dr. Serna nos alarmó y nos advirtió que podría perder su ojo si no tomábamos las medias necesarias al pie de la letra -estaba más grave de lo que sabíamos-. No nos quedó de otra más que hacerle caso al veterinario, aunque esto implicara luchar con Lupo para ponerle gotas ¡más de 8 veces al día!

Fue difícil al principio, pero con paciencia, autoridad y premios -esto último recomendación del Dr. Serna- logramos que nuestro perrito cooperara un poco más con su tratamiento. Una gran alegría nos dio cuando, con el paso de los días, Lupo empezó a colaborar mágicamente, dejándose poner sus gotas hasta con gusto.

La mejora fue notable, cada día que pasaba su ojo se veía mejor. El proceso fue cansado y exigió una gran disciplina, pero casi dos meses después -o sea hoy- Lupo está prácticamente sano.

Pudo haber perdido su ojo, pudo haber requerido de cirugía para salvarse, pero gracias a nuestra dedicación y cariño, y a la ayuda del Dr. Serna, logramos sacarlo adelante.

Esto fue un logro que, tanto a Laiza como a mí, nos dejó grandes enseñanzas.

Gracias Lupo, por demostrarnos que con amor y disciplina, todo se puede curar.

1 comentario:

Mónica Román dijo...

que bonito :)