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Agarré un globo rosa que estaba en la alfombra.

Ese globo lo encontré aquel día en que me puse a ordenar mis cajones, aunque en realidad lo único que uno hace cuando ordena cajones es mover las cosas de lugar y entretenerse con aquellos objetos viejos que uno había olvidado que guardaba. Entonces pues, encontré ese globo y lo inflé, lo inflé porque hacía mucho tiempo que no inflaba un globo; después lo dejé en alguna parte del cuarto. No se por dónde anduvo flotando el globo rosa, hasta el día de hoy que lo encontré en la alfombra muy solito.

Lo tomé y le dibujé un ojo con la pluma que traía en la mano, y como me gustó mucho como me salió, le dibujé también una nariz con sombra y todo. El dibujo iba tomando muy buena forma, sobre todo porque la tinta de pluma se ve muy suave sobre el latex; seguí dibujando pensando en lo cierto que es eso que dijo el Pablo de que la creatividad tiene que agarrarlo a uno con las manos en la masa (o en el globo). La boca, el otro ojo, un poco de cabello por aquí, poco de cabello por acá, sombra por este lado y ¡pum! que se reventó el globo; no aguantó tanto picotazo el pobre globo rosa.

El dibujo se hizo chiquito y tomó nueva forma, se ve bien, así que lo guardaré para ver qué pasa cuando lo encuentre la próxima vez que me ponga a ordenar mis cajones.

Bla bla bla bla...