22 de agosto de 2006

Brazos al pastor.

Cuando uno tiene hambre, todo es aparentemente delicioso. Uno empieza a imaginar todo tipo de comida hasta saborearse cosas que ni siquiera son comestibles. A mi se me ha antojado comerme mi brazo miles de veces, sobre todo como a la 1 y media de la tarde.

Tengo hambre y se me antojan mis tenis y mi cinto preparados con aderezo italiano. Los sillones de tela también se ven sabrosos, aunque creo que esos son más bien para el postre. Quiero comerme la mesa de madera sobre la que está mi computadora.

Los delirios por el hambre no solo afectan al estomago, también afectan al cerebro, y este post es una prueba de ello. Hay quienes se ponen de mal humor por tener hambre, yo sólo me pongo un poco más tonto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

yo con hambre me vuelvo mas serio...mas...y con calor...soy insoportable...todo me harta...y no me dan ganas de nada...lo mejor son las guitarras con cuerdas de nylon y ranch

Kamelie dijo...

Las cintas de los tenis pueden ser espaguetis.

Mefistofeles, Cazador de almas dijo...

Interesante texto sobre todo porque estoy con un hambre atroz. Son las 11:30 pm de la noche y sigo en la oficina y no he comido nada desde el mediodia. Buen post Telepeter... es la primera vez que me atrevo a decir que me abres el apetito.

Puagghhh... que feo sonó eso!!!!!

Saludos desde Lima Perú

Mujer robot dijo...

oooh!! pienso lo mismo que kamelie, las cintas de los tenis pueden ser spaguettis (aunq el spaguetti me hace pensar en los sesos de franknstein). A mi se me ha antojado comerme mi computadora con salsa bolognesa y tambien se me ha antojado comerme tantita pared de mi casa.

D.R.G. dijo...

yo me como la esponjita de los muebles